La Jornada 30/03/08
■ Héctor Delgado no sabe de arqueología ni de historia, pero ha dedicado 61 años de su vida a esa labor
Reúne sinaloense la mayor colección de piezas prehispánicas del estado
■ En su museo hay desde ollas, esculturas y collares hasta lo que asegura es una muela de mamut petrificada
Javier Valdez Cárdenas (Corresponsal)
Culiacán, Sin., 29 de marzo. Héctor Manuel Delgado ha recorrido las riberas de los 11 ríos de Sinaloa en busca de vestigios prehispánicos. Tiene 69 años de edad y 61 dedicados a hurgar en el suelo, aguas y árboles, en busca de cualquier vestigio arqueológico.
En sus casas, en las paredes, los pasillos, el patio, la sala y los cuartos hay trozos de historia, piezas de los grupos indígenas que poblaron la entidad. El Chino Billetero, como es conocido, ha montado un museo, a decir suyo, el más completo de Sinaloa.
–¿Cuántas piezas son? –se le pregunta.
Avanzando entre hachas, collares y urnas funerarias, contesta que “miles, millones. Y si no (cree), cuéntelas”, dice en son de broma, sin detener su paso.
Lo recolectado ya no cabe en los estantes. Uno de los muros está tapizado con piedras. Otros rincones mantienen apiladas hachas y cuchillos: basta con intentar sustraer una para que se venga abajo el improvisado muro.
En paredes, vitrinas, tablas y estantes hay de todo: hachas, ollas, urnas funerarias, collares, piezas de concha nácar, cuchillos, esculturas en miniatura, metates, malacates, sellos, vasijas, arcos y flechas, molcajetes, pipas, cuentas de collares y petroglifos.
Tiene una pieza que, según él, es una muela de mamut petrificada; una colección de piedras raras, policromáticas, multiformes y máquinas de coser, planchas y hasta un automóvil Plymouth, modelo 1936, que mantiene impecable.
No cupieron en una casa y en la misma calle Benito Juárez, en el primer cuadro de la ciudad, por lo que adquirió otra propiedad que opera como extensión de su museo.
Delgado Salas nació en La Puerta de las Canoas, poblado cerca de Mazatlán, pero desde niño fue traído a Culiacán. En uno de los salones de su casa hay una fotografía gigante de la primaria: él está ahí, con mirada inquieta, ávida de aventuras y de respuestas a sus preguntas.
“Empecé en las orillas del río Culiacán, pero también en el Humaya y el Tamazula; ahí me la pasé caminando, buscando, poco a poco, encontrando piezas, y desde entonces no he parado, no me he cansado”, recuerda.
En sus trajines, afirma, esperaba a que pasaran los campesinos barbechando la tierra para sembrar y al paso de la yunta y los bueyes seguían los suyos, para buscar entre los terrones y piedras las huellas de los grupos indígenas que antes habitaron la región.
También recorrió las riberas de ríos y zonas en las que supuestamente vivieron las tribus. Lo hizo con un rifle al hombro o con hilo y anzuelo esperando a que entre las aguas el pez picara, aguardando el momento en que se le atravesara una liebre, un venado o un conejo. Y así, en medio de esa espera y con la caza y la pesca como pretexto, rasgó la tierra y se topó con las piezas que ahora pueblan los pasillos de su casa.
“Mientras cazaba o pescaba, recolecté estas joyas de la historia, las piezas prehispánicas, arqueológicas, para que no se la llevaran los gringos, los extranjeros o los saqueadores que se la pasan vendiéndolas”.
Las piezas, aseguró, estaban a flor de tierra y no escarbó para obtenerlas: “yo no escarbo, yo junto lo que está a la vista, sin excavaciones ni nada”, insistió ante recientes reclamos de las autoridades del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), que le han advertido que deje de escarbar y recolectar piezas.
El gobierno “no hace nada, no quiere invertir en museos ni en historia, no le interesa y ningún gobernador ni ninguna autoridad ha hecho nada para conservar estas piezas, pero tampoco dejan que uno lo haga. Yo llevo a cabo lo que es obligación del gobierno, pero sin ayuda oficial, sólo la de mis amigos, los colaboradores, la gente”.
Héctor Manuel Delgado Salas vende billetes de lotería. De ahí su mote de El Chino billetero. Nunca se casó y todo lo ganado lo ha invertido en su museo y en las aventuras recolectoras de historia: a eso atribuye no haber hecho vida con ninguna mujer ni dinero para otra cosa que no sea su museo.
“Todo lo he invertido en esto, en ir a pasearme y en seguir buscando”, dice, junto a sus colaboradores y amigos Ramón García Martínez y Pedro Montoya. Varios de sus clientes se han sacado la lotería y le han dado propinas de hasta 700 mil pesos y “todo está ahí, en estas casas, las vitrinas”.
No sabe de arqueología ni de historia. Tampoco cuántas piezas tiene ni su clasificación. “No leo porque no tengo tiempo; lo poco que tengo lo invierto en buscar y hasta me sirve de ejercicio. Es una pasión”.
Él sabe de Santa Cruz de Alahayá, Las Labradas, Aguaruto, Bacurimí, Chametla, El Limón de los Ramos y otros lugares con una riqueza arqueológica.
Su colección es visitada por niños de prescolar y primaria. En uno de los anuncios que recibe a los visitantes pide cooperación para sostenerla; el museo “más rico en joyas prehispánicas del estado de Sinaloa”.
■ Héctor Delgado no sabe de arqueología ni de historia, pero ha dedicado 61 años de su vida a esa labor
Reúne sinaloense la mayor colección de piezas prehispánicas del estado
■ En su museo hay desde ollas, esculturas y collares hasta lo que asegura es una muela de mamut petrificada
Javier Valdez Cárdenas (Corresponsal)
Culiacán, Sin., 29 de marzo. Héctor Manuel Delgado ha recorrido las riberas de los 11 ríos de Sinaloa en busca de vestigios prehispánicos. Tiene 69 años de edad y 61 dedicados a hurgar en el suelo, aguas y árboles, en busca de cualquier vestigio arqueológico.
En sus casas, en las paredes, los pasillos, el patio, la sala y los cuartos hay trozos de historia, piezas de los grupos indígenas que poblaron la entidad. El Chino Billetero, como es conocido, ha montado un museo, a decir suyo, el más completo de Sinaloa.
–¿Cuántas piezas son? –se le pregunta.
Avanzando entre hachas, collares y urnas funerarias, contesta que “miles, millones. Y si no (cree), cuéntelas”, dice en son de broma, sin detener su paso.
Lo recolectado ya no cabe en los estantes. Uno de los muros está tapizado con piedras. Otros rincones mantienen apiladas hachas y cuchillos: basta con intentar sustraer una para que se venga abajo el improvisado muro.
En paredes, vitrinas, tablas y estantes hay de todo: hachas, ollas, urnas funerarias, collares, piezas de concha nácar, cuchillos, esculturas en miniatura, metates, malacates, sellos, vasijas, arcos y flechas, molcajetes, pipas, cuentas de collares y petroglifos.
Tiene una pieza que, según él, es una muela de mamut petrificada; una colección de piedras raras, policromáticas, multiformes y máquinas de coser, planchas y hasta un automóvil Plymouth, modelo 1936, que mantiene impecable.
No cupieron en una casa y en la misma calle Benito Juárez, en el primer cuadro de la ciudad, por lo que adquirió otra propiedad que opera como extensión de su museo.
Delgado Salas nació en La Puerta de las Canoas, poblado cerca de Mazatlán, pero desde niño fue traído a Culiacán. En uno de los salones de su casa hay una fotografía gigante de la primaria: él está ahí, con mirada inquieta, ávida de aventuras y de respuestas a sus preguntas.
“Empecé en las orillas del río Culiacán, pero también en el Humaya y el Tamazula; ahí me la pasé caminando, buscando, poco a poco, encontrando piezas, y desde entonces no he parado, no me he cansado”, recuerda.
En sus trajines, afirma, esperaba a que pasaran los campesinos barbechando la tierra para sembrar y al paso de la yunta y los bueyes seguían los suyos, para buscar entre los terrones y piedras las huellas de los grupos indígenas que antes habitaron la región.
También recorrió las riberas de ríos y zonas en las que supuestamente vivieron las tribus. Lo hizo con un rifle al hombro o con hilo y anzuelo esperando a que entre las aguas el pez picara, aguardando el momento en que se le atravesara una liebre, un venado o un conejo. Y así, en medio de esa espera y con la caza y la pesca como pretexto, rasgó la tierra y se topó con las piezas que ahora pueblan los pasillos de su casa.
“Mientras cazaba o pescaba, recolecté estas joyas de la historia, las piezas prehispánicas, arqueológicas, para que no se la llevaran los gringos, los extranjeros o los saqueadores que se la pasan vendiéndolas”.
Las piezas, aseguró, estaban a flor de tierra y no escarbó para obtenerlas: “yo no escarbo, yo junto lo que está a la vista, sin excavaciones ni nada”, insistió ante recientes reclamos de las autoridades del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), que le han advertido que deje de escarbar y recolectar piezas.
El gobierno “no hace nada, no quiere invertir en museos ni en historia, no le interesa y ningún gobernador ni ninguna autoridad ha hecho nada para conservar estas piezas, pero tampoco dejan que uno lo haga. Yo llevo a cabo lo que es obligación del gobierno, pero sin ayuda oficial, sólo la de mis amigos, los colaboradores, la gente”.
Héctor Manuel Delgado Salas vende billetes de lotería. De ahí su mote de El Chino billetero. Nunca se casó y todo lo ganado lo ha invertido en su museo y en las aventuras recolectoras de historia: a eso atribuye no haber hecho vida con ninguna mujer ni dinero para otra cosa que no sea su museo.
“Todo lo he invertido en esto, en ir a pasearme y en seguir buscando”, dice, junto a sus colaboradores y amigos Ramón García Martínez y Pedro Montoya. Varios de sus clientes se han sacado la lotería y le han dado propinas de hasta 700 mil pesos y “todo está ahí, en estas casas, las vitrinas”.
No sabe de arqueología ni de historia. Tampoco cuántas piezas tiene ni su clasificación. “No leo porque no tengo tiempo; lo poco que tengo lo invierto en buscar y hasta me sirve de ejercicio. Es una pasión”.
Él sabe de Santa Cruz de Alahayá, Las Labradas, Aguaruto, Bacurimí, Chametla, El Limón de los Ramos y otros lugares con una riqueza arqueológica.
Su colección es visitada por niños de prescolar y primaria. En uno de los anuncios que recibe a los visitantes pide cooperación para sostenerla; el museo “más rico en joyas prehispánicas del estado de Sinaloa”.
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