A LAS MUJERES Y HOMBRES QUE CREEN
Y LUCHAN POR LA JUSTICIA Y DIGNIDAD:
Agradecemos a las personas y organizaciones que han creído en nuestra palabra, que nos han acompañado y apoyado en consecuencia con sus acciones, en favor de la lucha por la verdad y justicia, y que se han solidarizado con nuestra causa.
Somos tres de las mujeres agredidas sexualmente por Onésimo Hidalgo Domínguez y consideramos que es el momento de alzar la voz para ser escuchadas, porque nunca es tarde para romper el silencio.
Queremos compartir nuestra palabra públicamente para que las mujeres que están viviendo en silencio la violencia sepan que no son las únicas y que cuando unimos nuestros corazones nos fortalecemos para acabar con esta violencia que vivimos y destruye tanto nuestras vidas.
En nuestro caminar hemos descubierto que la justicia es un derecho por el cual hay que luchar empezando desde nuestros propios espacios cotidianos y experiencias. Queremos parar la impunidad de los agresores como Onésimo Hidalgo. Creemos que es el momento de impedir que las mujeres sigamos siendo agredidas impunemente y hemos decidido no permanecer calladas nunca más.
Deseamos que las historias de abusos y violaciones sexuales hacia las mujeres no sean condenadas al olvido y a permanecer en la soledad y en el sufrimiento de la intimidad del espacio privado, porque eso permite seguir reproduciendo este orden social que nos lástima particularmente más a las mujeres.
Queremos que nuestro mensaje llegue especialmente a las mujeres de las organizaciones civiles, sociales y de comunidades indígenas pues sabemos que hay otros casos de agresiones sexuales que han sucedido y siguen ocurriendo de parte de quien menos lo esperamos, de personas en las cuales se ha depositado la confianza y ocupan una posición de poder mayor que nosotras, lo que nos hace vulnerables a los abusos de estos hombres.
Nuestras experiencias son diferentes, hostigamiento sexual, intento de violación y violación. Son diferentes pero igualmente destructivas en nuestras vidas. La impotencia, el miedo, el enojo, la tristeza que a veces llega a ser depresión, la desesperanza. Estos son sentimientos que tuvimos al vivir las agresiones y que seguimos teniendo, que nos quitan energía para realizar los sueños y proyectos de vida que teníamos antes de estas agresiones.
Las consecuencias en nuestras vidas también son diferentes, pero igualmente negativas. El insomnio, la falta de confianza en los hombres; las pesadillas que no nos dejan tranquilas, los sueños traumáticos que nos despiertan con esa angustia en todo el cuerpo, el terror de encontrarnos con Onésimo en la calle o en lugares públicos. Nos ha costado perder el trabajo o cambiar de ciudad para evitar encontrarnos con Onésimo.
Todo esto lo podemos enfrentar y ahora denunciar públicamente porque somos mujeres fuertes, porque es parte de nuestro proceso de recuperación. Sin embargo, necesitamos el respeto, el acompañamiento, la confianza en nuestra palabra, la solidaridad, oídos y corazones abiertos para que este proceso nos fortalezca en lugar de debilitarnos.
Juntas hemos contactado a otras mujeres que también han sido víctimas de Onésimo. Poco a poco nuestros corazones se han fortalecido para denunciar a Onésimo, pues no es justo que nosotras y las otras mujeres que hemos luchado por la libertad y justicia nos encontremos a lado de personas como él, que nos dañaron e intentaron cortar nuestras alas. Decidimos salir y sanar, por eso nos atrevimos a romper el silencio.
Cuando leímos sus testimonios, supimos que no somos las únicas, que hay otras mujeres y queremos decirles que no están solas, que nosotras las entendemos, que busquen ayuda, que lo platiquen en sus espacios de confianza. Les enviamos un abrazo, porque al conocer sus testimonios esa fue una de las reacciones, querer abrazarlas y encontrarnos, conectarnos con lo que hemos vivido y sentido. Respetamos su decisión de guardar silencio, al igual que esperamos respeto hacia nuestra decisión de hablar.
Atreverse a romper el silencio cuesta mucho trabajo, pues la vergüenza y el miedo de ser señaladas por la sociedad pesa mucho, tememos expresiones y juicios como: “pobrecita, miren ahí está la violada, la acosada o la abusada.”, “si no dijo nada es que no quiso defenderse, ella tiene la culpa”, “¿será cierto?” Como fuimos víctimas, estuvimos vulnerables como para permitir ser juzgadas cuando el que debe ser juzgado es el agresor.
Onésimo Hidalgo, haciendo uso de la confianza depositada en la institución en que trabajaba y en su trayectoria política de izquierda, a favor de la población pobre y de los zapatistas, ha cometido durante muchos años las más reprobables atrocidades contra mujeres.
Con nuestra palabra queremos poner un alto a la actividad criminal encubierta de labor altruista y social de ese señor. Confiamos en que nuestra palabra será escuchada por las organizaciones sociales que trabajan para construir la dignidad, la paz y la justicia a favor de los derechos humanos y de los pueblos indígenas.
Esperamos que nuestra experiencia pueda ayudar para que nunca más vuelvan a ocurrir hechos de violencia en nuestros espacios alternativos, pues no lo serán realmente si con el silencio somos cómplices de los delitos de algunos integrantes, compañeros y líderes de nuestras organizaciones.
Nuestros nombres no aparecen en este documento por razones de seguridad, pero contamos con el respaldo de personas y organizaciones que confían en nuestra palabra y lo han firmado.
-- Compañeras del Observatorio de GéneroMarla Gutiérrez, Guadalupe Cárdenas, Lula Pérez, Gladis Alfaro, Marissa Revilla, Martha Figueroa, Marta Mendoza, Adela Bonilla, Nieves Capote, Adriana Luna, Adriana Alcázar, Norma Iris Cacho, Yolotzin Aguirre, Yolanda Castro, entre otras
ogenero@gmail.com
-- "Mi cuerpo es mi territorio, mi libertad y mi responsabilidad"
Y LUCHAN POR LA JUSTICIA Y DIGNIDAD:
Agradecemos a las personas y organizaciones que han creído en nuestra palabra, que nos han acompañado y apoyado en consecuencia con sus acciones, en favor de la lucha por la verdad y justicia, y que se han solidarizado con nuestra causa.
Somos tres de las mujeres agredidas sexualmente por Onésimo Hidalgo Domínguez y consideramos que es el momento de alzar la voz para ser escuchadas, porque nunca es tarde para romper el silencio.
Queremos compartir nuestra palabra públicamente para que las mujeres que están viviendo en silencio la violencia sepan que no son las únicas y que cuando unimos nuestros corazones nos fortalecemos para acabar con esta violencia que vivimos y destruye tanto nuestras vidas.
En nuestro caminar hemos descubierto que la justicia es un derecho por el cual hay que luchar empezando desde nuestros propios espacios cotidianos y experiencias. Queremos parar la impunidad de los agresores como Onésimo Hidalgo. Creemos que es el momento de impedir que las mujeres sigamos siendo agredidas impunemente y hemos decidido no permanecer calladas nunca más.
Deseamos que las historias de abusos y violaciones sexuales hacia las mujeres no sean condenadas al olvido y a permanecer en la soledad y en el sufrimiento de la intimidad del espacio privado, porque eso permite seguir reproduciendo este orden social que nos lástima particularmente más a las mujeres.
Queremos que nuestro mensaje llegue especialmente a las mujeres de las organizaciones civiles, sociales y de comunidades indígenas pues sabemos que hay otros casos de agresiones sexuales que han sucedido y siguen ocurriendo de parte de quien menos lo esperamos, de personas en las cuales se ha depositado la confianza y ocupan una posición de poder mayor que nosotras, lo que nos hace vulnerables a los abusos de estos hombres.
Nuestras experiencias son diferentes, hostigamiento sexual, intento de violación y violación. Son diferentes pero igualmente destructivas en nuestras vidas. La impotencia, el miedo, el enojo, la tristeza que a veces llega a ser depresión, la desesperanza. Estos son sentimientos que tuvimos al vivir las agresiones y que seguimos teniendo, que nos quitan energía para realizar los sueños y proyectos de vida que teníamos antes de estas agresiones.
Las consecuencias en nuestras vidas también son diferentes, pero igualmente negativas. El insomnio, la falta de confianza en los hombres; las pesadillas que no nos dejan tranquilas, los sueños traumáticos que nos despiertan con esa angustia en todo el cuerpo, el terror de encontrarnos con Onésimo en la calle o en lugares públicos. Nos ha costado perder el trabajo o cambiar de ciudad para evitar encontrarnos con Onésimo.
Todo esto lo podemos enfrentar y ahora denunciar públicamente porque somos mujeres fuertes, porque es parte de nuestro proceso de recuperación. Sin embargo, necesitamos el respeto, el acompañamiento, la confianza en nuestra palabra, la solidaridad, oídos y corazones abiertos para que este proceso nos fortalezca en lugar de debilitarnos.
Juntas hemos contactado a otras mujeres que también han sido víctimas de Onésimo. Poco a poco nuestros corazones se han fortalecido para denunciar a Onésimo, pues no es justo que nosotras y las otras mujeres que hemos luchado por la libertad y justicia nos encontremos a lado de personas como él, que nos dañaron e intentaron cortar nuestras alas. Decidimos salir y sanar, por eso nos atrevimos a romper el silencio.
Cuando leímos sus testimonios, supimos que no somos las únicas, que hay otras mujeres y queremos decirles que no están solas, que nosotras las entendemos, que busquen ayuda, que lo platiquen en sus espacios de confianza. Les enviamos un abrazo, porque al conocer sus testimonios esa fue una de las reacciones, querer abrazarlas y encontrarnos, conectarnos con lo que hemos vivido y sentido. Respetamos su decisión de guardar silencio, al igual que esperamos respeto hacia nuestra decisión de hablar.
Atreverse a romper el silencio cuesta mucho trabajo, pues la vergüenza y el miedo de ser señaladas por la sociedad pesa mucho, tememos expresiones y juicios como: “pobrecita, miren ahí está la violada, la acosada o la abusada.”, “si no dijo nada es que no quiso defenderse, ella tiene la culpa”, “¿será cierto?” Como fuimos víctimas, estuvimos vulnerables como para permitir ser juzgadas cuando el que debe ser juzgado es el agresor.
Onésimo Hidalgo, haciendo uso de la confianza depositada en la institución en que trabajaba y en su trayectoria política de izquierda, a favor de la población pobre y de los zapatistas, ha cometido durante muchos años las más reprobables atrocidades contra mujeres.
Con nuestra palabra queremos poner un alto a la actividad criminal encubierta de labor altruista y social de ese señor. Confiamos en que nuestra palabra será escuchada por las organizaciones sociales que trabajan para construir la dignidad, la paz y la justicia a favor de los derechos humanos y de los pueblos indígenas.
Esperamos que nuestra experiencia pueda ayudar para que nunca más vuelvan a ocurrir hechos de violencia en nuestros espacios alternativos, pues no lo serán realmente si con el silencio somos cómplices de los delitos de algunos integrantes, compañeros y líderes de nuestras organizaciones.
Nuestros nombres no aparecen en este documento por razones de seguridad, pero contamos con el respaldo de personas y organizaciones que confían en nuestra palabra y lo han firmado.
-- Compañeras del Observatorio de GéneroMarla Gutiérrez, Guadalupe Cárdenas, Lula Pérez, Gladis Alfaro, Marissa Revilla, Martha Figueroa, Marta Mendoza, Adela Bonilla, Nieves Capote, Adriana Luna, Adriana Alcázar, Norma Iris Cacho, Yolotzin Aguirre, Yolanda Castro, entre otras
ogenero@gmail.com
-- "Mi cuerpo es mi territorio, mi libertad y mi responsabilidad"
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